domingo, 14 de diciembre de 2008

Die Welle – Dennis Gansel


Empezaré diciendo que me ha gustado, y mucho, La Ola (Die welle), película alemana dirigida por Dennis Gansel y basada en el libro del mismo título publicado en 1981, en el que el escritor estadounidense Morton Rhue —seudónimo de Todd Strasser— narra lo acontecido en la Cubberley Hig School (Palo Alto, California) en 1967 (muy importante me ha parecido el testimonio de Ron Jones, profesor artífice del experimento original, que puede leerse pinchando aquí).

A lo largo de una semana los alumnos de un instituto alemán asisten a un curso voluntario sobre formas de gobierno. Algunos de los estudiantes que han elegido la autocracia como proyecto cuestionan la posibilidad de que se reproduzca en la época actual una situación social y política como la que aupó a Hitler al poder y acabó provocando la segunda guerra mundial, ante lo que su profesor —Rainer Wenger, antiguo ocupa y anarquista— propone reproducir un sistema autocrático en el aula. Para ello empieza por definir las relaciones entre los miembros del grupo. Se elige al profesor como líder y éste pasa entonces de ser tuteado y simplemente llamado Rainer a ser el "señor Wenger". Se establece un código de conducta, un modelo que mejora el comportamiento y el rendimiento anímico e intelectual: nadie hablará sin que el líder le conceda la palabra, todo el mundo deberá sentarse con los pies en paralelo y la espalda erguida, aquel que quiera tomar la palabra alzará la mano y una vez concedida se pondrá en pie junto a su asiento. Se busca un nombre para el movimiento: La Ola. Se diseña un logo que identifique al grupo, se adopta un uniforme, un saludo que los diferencia del resto, de todo aquel que no pertenece a la Ola. La disciplina, en definitiva, será el medio infalible para mantener la tensión que exige alcanzar los objetivos. Uno de los principios que rápidamente se implanta es el de “estás con el grupo o contra el grupo”. El individualismo que en las sociedades modernas prioriza los derechos del individuo frente al interés general es descartado. Se implanta el colectivismo. El fin es determinado por el interés del grupo. La tensión crece en la historia que se nos cuenta. Los personajes son absorbidos por una ideología de tintes totalitarios, se someten a la estructura cerrada que han creado y trabajan para blindarla. De forma natural, aprovechando las cualidades personales de cada uno de ellos, los alumnos se distribuyen los distintos puestos dentro de la estructura; hay quien se encarga de publicitar el movimiento mediante la creación de una página web y hay quien desempeña funciones de seguridad personal del líder… Lo que se inicia como un proyecto escolar bastante interesante, impartido con una mecánica envidiable que ya quisieran muchos profesores para su actividad docente, deviene en una obsesión peligrosa que se encamina hacia el drama de forma inevitable.

No quiero desvelar aquí el final de la película, pero mi impresión es que se trata de una concesión ideológica: no puede ser nada bueno a lo que nos lleva una propuesta como la que se plantea. Es impensable para la sociedad actual plantear el éxito de tal empresa… no, impensable no es el término acertado, se ajusta más la palabra peligroso, por lo tanto es peligroso para la sociedad actual plantear el éxito de tal empresa. Sin embargo me llama la atención que precisamente el suceso cumbre que confirma el fracaso del sistema sea un acto individual de uno de los alumnos; el individualismo: algo contra lo que el espíritu del grupo se muestra contrario en todo momento. ¿Quiere eso decir que no es atribuible al propio sistema su hundimiento? ¿Quiere eso decir que la destrucción del colectivo no se hubiera producido si uno de sus miembros no actuara en un momento dado de forma autónoma?

La Ola es una película inquietante porque suscita en el espectador ideas contradictorias, e incómoda porque te obliga a reflexionar, buscar respuestas a muchas preguntas que nos resistimos a formular. ¿Qué somos en realidad? ¿Somos seres gregarios por naturaleza? ¿Cuánto esfuerzo nos supone mantenernos alejados de ciertas tendencias ideológicas? ¿Somos lo que queremos ser? ¿A qué modelo de sociedad aspiramos? ¿Disciplina? ¿Permisividad? ¿Todo es blanco o negro? ¿No hay grises? ¿Se puede moldear el espíritu humano? ¿Tanto nos atrae lo que nuestro sentido común repudia? Demasiadas preguntas, ya digo, para hora y media de cine.

En una de las últimas escenas de la película el "señor Wenger" les dice a sus alumnos: marchaos a casa, tenéis muchas cosas en las que pensar. Y eso mismo es lo que estoy haciendo yo desde que terminé de verla, pensar, y por eso sé que a veces los pensamientos de uno mismo dan miedo, y que dejar de pensarlos es la única manera de volver a mirarse en un espejo y reconocerse tal y como se era antes, mucho antes de visitar ese lado oscuro que también forma parte de nuestra personalidad.