lunes, 28 de diciembre de 2009

Vídeo de la entrevista en Encontres

Aquí os dejo el vídeo de mi participación en el programa televisivo ENCONTRES, que se emitió en el canal autonómico Punt 2 el pasado día 21 de diciembre.

martes, 22 de diciembre de 2009

Banda sonora (V)



La vi entrar en el salón. Encendió la lámpara del techo y se puso a revolver el interior de un cajón del aparador. Dentro contemplé lo que parecía un altar montado sobre la mesa rectangular del comedor. Estaba cubierta con terciopelo rojo ribeteado con pasamanería dorada. Encima había cuatro candelabros, uno en cada esquina de la mesa, y un cáliz de latón en el centro. Toda llena de velones rojos y blancos la casa entera parecía un santuario. Miré hacia el fondo. Los torsos en relieve de los querubines colgaban como gárgolas de las paredes del pasillo. Por todas partes, allá donde miraba, me encontraba con imágenes religiosas.
Que qué relación guarda el incienso, los querubines y el Jesús del gran poder con el curanderismo. No lo sé. Reyes afirmaba que tan importante es la interpretación como los decorados. Cuidaba el detalle.
Puso en funcionamiento el equipo de música y buscó con un mando a distancia hasta que el CANON de Pachelbel comenzó a sonar por toda la casa. Había altavoces hasta en el techo del cuarto de baño.
—Volver a empezar —dijo. Cogió una de mis manos y me condujo hasta su habitación, donde se desnudó por completo sin ningún preámbulo.

(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 108)

jueves, 17 de diciembre de 2009

Entrevista en PUNT 2

El escritor Ricardo Bellveser me ha entrevistado para el programa de televisión ENCONTRES, que se emite en el canal autonómico PUNT 2 el lunes 21 de diciembre a las 22:00 horas, el miércoles 23 de diciembre a las 08:00 horas, y el domingo 27 de diciembre, a las 21:00 horas (¡ojo! No es extraño que la programación sufra cambios de horario, por lo que hasta yo mismo tendré que consultar la hora de emisión el día que me interese verlo).

El programa también puede verse en la página de TVV, punt 2 a la carta.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Otra novedad

Miguel Ángel Muñoz, autor de los libros de relatos El síndrome Chéjov (2006) y Quédate donde estás (2009), ambos publicados por la editorial Páginas de espuma, publica ahora El corazón de los caballos (Grupo Alcalá), según nota de la editorial “una narración sobre el rencor, el origen de la violencia y el talento, la belleza y su reverso en la sociedad actual, el fracaso. Narrada como un juego en el que unas historias contienen a otras, constituye una estimulante invitación a reflexionar sobre el poder de las narraciones para contarnos a nosotros mismos”.

Se puede acceder al primer capítulo pinchando aquí.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Dos novedades

Dos novedades cuya traducción ojalá alguna editorial española ya esté planteándose incluir en su catálogo. Too much happines es la nueva colección de relatos que la escritora canadiense Alice Munro ha publicado este recién pasado noviembre; y en Day out of days, anunciado para el mes de enero próximo, Sam Shepard ha recogido sus últimos relatos después del admirable El gran sueño del paraíso.
Habrá que seguir de cerca a las editoriales RBA y Anagrama —que son respectivamente las que publican a ambos autores— para comprobar si se animan a lo largo del 2010 que se avecina.

martes, 8 de diciembre de 2009

Banda sonora (IV)



Al día siguiente fue cuando decidí pasar la tarde buscando algo que en realidad le hiciera ilusión a Ata. Había mucha animación por la calle y todo eso, lo típico para la fecha del año de la que hablo. La gente entraba y salía de los comercios a raudales. Todo el mundo cargaba con paquetes envueltos con papel de regalo y lazos de colores, ya sabes. Era un hormiguero la calle Colón y la calle Jorge Juan y la calle Lauria. También Ruzafa y Játiva estaban muy concurridas. Pedazos de moqueta roja cubrían las aceras como si fueran alfombras extendidas en el suelo al paso de gente importante. Por todos lados se oían villancicos. Luces y más luces, pequeños árboles de navidad con lazos rojos prendidos en el extremo de sus ramas flanqueaban los escaparates, bolas doradas, espumillón de colores, bolas rojas y plateadas, nieve en spray sobre los cristales, más luces, luces colgando de un lado a otro de las calles. El aire del atardecer era todo una aureola por tanta luz derramada. Villancicos cantados por Boney M., por Bing Crosbi y David Bowie, por Raphael. El aire olía a navidad, dulce navidad.

(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, páginas 101 y 102)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

"El atajo..." en LA TORMENTA EN UN VASO


Amadeo Cobas reseña Conozco un atajo que te llevará al infierno para el blog de crítica literaria "La tormenta en un vaso" (pincha aquí si quieres leerla).

martes, 24 de noviembre de 2009

"El atajo..." en RNE 5


Pepe Cervera (Literatura en Breve)



El escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel ha leído el relato titulado ¿Seguro que estás bien, cariño?, incluido en mi libro Conozco un atajo que te llevará al infierno, en su espacio LITERATURA EN BREVE, que se emite en RNE 5 los Sábados a las 16.30, y de nuevo a las 22.05, y los Domingos a las 11.05, y de nuevo a las 22.05 horas.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Banda sonora (III)


...

Ahora me encuentro en el cuarto de baño y estoy que me caigo de sueño. Acabo de lavarme la cara y cepillarme los dientes. Mientras me enjuago la boca estudio mis ojeras y la superficie blanquecina de mi lengua en el espejo. No consigo quitarme de encima la sensación de estar perdiendo el tiempo. Extraigo una pequeña pelusa del orificio de mi ombligo. Dejo el albornoz sobre la tapa del inodoro, me meto en la bañera y meo largamente antes de ducharme. Necesito hacer algo. Es el momento de cambiar de dirección. Vuelvo a mi cuarto y me visto sin prisa. Son las diez. Lío un porro para fumarlo de camino al instituto y salgo de casa silbando débilmente "Let's Espend the Night Together", pero no la versión de los Rolling, sino la que incluye David Bowie en "Aladdin Sane".

(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 62)

sábado, 21 de noviembre de 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Entrevista en LEER GRATIS.COM

Marcelo Ferrando me ha entrevistado para leergratis.com.

Puedes curiosear la entrevista pinchando aquí.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Conozco un atajo... por Vicente Gallego

Cuando conocí a Pepe Cervera, unos tiempos en que el ilustre poeta valenciano Juan Pablo Zapater peinaba bucles de princesa y Carlos Marzal, otro ilustre poeta valenciano, escribía poemas con rima; unos tiempos aquellos en los que el que os habla ahora llevaba corbatas… Como iba diciendo, cuando conocí a Pepe Cervera, unos tiempos en que parecía estar de moda ser poeta en Valencia, Pepe Cervera no era aún este tipo cruel que veis aquí, este desaprensivo, este preclaro entomólogo del animal humano, este canalla: el tío de la lupa. Pepe Cervera era un poeta, un hombre inclinado a músicas sutiles y versos de entonación suave. Pepe me resultó simpático desde el primer día, porque era alguien tan como todos los demás, dejando aparte sus veleidades líricas, que uno sentía que estando con él se encontraba casi a solas consigo mismo. Pero la vida siempre hace de las suyas, y no sabremos nunca qué secreta catástrofe amorosa, qué hipertrofia de la vista, qué disfunción eréctil, lo han llevado a ver la vida, y a escribirla, tal y como hoy la ve y escribe. Uno estaría tentado de decirle: “¡Pepe, hombre, la vida no es precisamente un desayuno entre santas madres teresianas, pero tampoco es para tanto!”. Y uno se lo diría tras leer su libro de cuentos Conozco un atajo que te llevará al infierno, si no fuera porque la lectura misma, que por una parte arrastra al lector por los peores abrojos y espinos de la condición humana, por la otra tiene la virtud de curarle las heridas y de ponerle la venda blanca. Este es el milagro de la literatura, ya lo supieron los griegos, siempre tan sapientes, y lo llamaron con nombre de gran puta de lujo alejandrina: la Catarsis.
Pepe es narrador como Mike Thyson fue púgil: no son dos artistas a los que les seduzca el bailoteo, la finta y el adorno; lo suyo es el golpe seco a los hígados y a otra cosa mariposa. Pepe nos pone los puntos y aparte a sus lectores como el gigante negro hacía que se los pusieran de sutura a los desafortunados rostros de sus rivales. La sociedad de autores le habría podido conceder con toda justicia, si lo hubiese, el premio en ahorro de adjetivos a este libro de cuentos, a este ajuste de cuentas con las dimensiones más crudas de la realidad. No es éste lo que se suele decirse un libro bonito y, sin embargo, es un libro muy hermoso. Y lo es, sobre todo, porque aquí los monstruos, esos que acechan en el interior de todo buen ciudadano, campan por sus respetos sin que nadie les levante un dedo moral reprobatorio. Niños verdugos inocentes de hombres y de gatos; pringaos por un llévame allá el paquetito de farlopa que no pasa nada y sale muy a cuenta; madres con la cabeza perdida; padres con el humor de Satanás; hijos huyendo de su madre la loca y de su padre el terrible, terribles ellos mismos en su haber mamado matarratas y cuchillas de afeitar: una nueva parada de los monstruos, como decíamos. Pepe saca su lupa y nos agiganta los perfiles de nuestras miserias sin hacernos el feo. Con delicadeza, nos hace ver que no siempre somos delicados, y que no lo somos ni siquiera con nosotros mismos. ¿Cómo podríamos hallar la paz en nuestro interior si dos palmos más allá de nuestra frente nos amenaza el mundo de los otros? Y este mundo está lleno de esa gente, o así al menos lo sienten los personajes de este libro, dispuesta a buscar su felicidad a costa de la del prójimo. No es difícil adivinar el resultado de tal actitud. Un mundo de hienas que ríen amargamente mientras desgarran los frágiles tendones de la caridad y mastican el hueso de su propio asco. No hay aquí ni siquiera ganadores; todos pierden incluso cuando creen ganar, porque la ganancia verdadera poco tiene que ver con el hecho de que consigamos salirnos con la nuestra.
Pepe ha escrito un libro de gran economista de la palabra: no es que se las ahorre, no, puesto que no se muerde nunca la lengua y es siempre además preciso en su lenguaje; lo que ocurre es que no ha quemado una carcasa en falso, no gusta del subrayado ni de sacar la consecuencia, lo cual deja bien a la vista del lector lo que en sus silencios se hace del todo consecuente. Éste es un puñado de cuentos brillantes sin ningún brillo postizo, crueles sin buscar la crueldad, hondos tras su apariencia epidérmica. Si pudiéramos medirlos en kilovatios, diríamos que el lector, desde la primera de sus descargas, no podrá ya despegarse del valladar electrificado al que se trepó sin saber dónde se agarraba, porque estos relatos te cogen desde la primera página y no te sueltan hasta tenerte asado por completo. Si pudiéramos medirlos con la medida con que se mide el vapor, que Dios quizá la sepa, pero que yo ahora mismo ignoro, pues ni siquiera estoy seguro, ahora que lo pienso, de que la electricidad se mida en kilovatios, ustedes sabrán disculpar mi candidez científica; en fin, si pudiéramos medirlos en atención a lo que en ellos se condensa, bastaría una palabra: soledad, esa licuefacción del alma -y ya ven que ese día sí asistí a la clase de física- cuya secreción atribulada se va calentando más tarde para elevarse como una nube de desamparo. Y sin embargo, hay algo sobrio en esta soledad terráquea y planetaria, hay una aceptación sin más de lo que semeja no poder pintar de manera diferente: la vida, nuestro modo de batirnos con ella y tolerar que siempre nos revuelque y nos ponga a cuatro patas. Uno estaría, sí, tentado de decirle a su buen amigo que tampoco es para tanto, que relea los veinte poemas de amor de Pablo Neruda; que vuelva a ver esa gran película navideña: Qué bello es vivir, o aunque sólo sea Mary Poppins; que hable con el cura de su pueblo; que pruebe con el Ciales si no le probó el Viagra… Pero lo cierto es que la vida es tal y como él la ve a través de estos relatos, porque estos cuentos enconados crean su mundo propio, su realidad, y en ella todo es tan real como aquí mismo, aunque no todos por aquí sean tan cabrones como los jíbaros que transitan por su libro. Tampoco Celine, del que lo creo devoto, ni Bukovski, al que lo sé afecto, ni tantas otras grandes vacas sagradas de la literatura, dieron en cantar los espejismos del amor ni entonaron la alabanza del siglo que desde siempre nos baquetea. A un escritor hay que exigirle que cree un mundo, que apadrine un espacio real donde la gente respire con verdad, por más que esa verdad venga cargada de efluvios tóxicos. Se respira aquí el gas de la desesperanza y el desespero; pero como Pepe, por mucho que se haya esforzado en ocultarlo, sigue siendo el poeta que siempre fue, el lector, tras haber sido sacado a pasear por el monte del calvario, regresará a su casa con la extraña impresión de haber contemplado la belleza bajo la más violenta y roja de sus especies.
Hemos de agradecerle a Pepe todos los buenos lectores esa mala baba que se gasta, la baba del diablo, porque a un escritor no se lo mide, como a un santo, por la calidez de su mirada redentora hacia lo humano, demasiado humano, parece él sugerirnos, sino por la temperatura extrema en que arden sus palabras. Acercaos, pues, amigos, a su parrilla, y arded a gusto en buena hora.

Texto con el que el escritor Vicente Gallego presentó el día 17 de noviembre de 2009 mi Conozco un atajo que te llevará al infierno.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Conozco un atajo que te llevará al infierno en "Cierta distancia"

El escritor Miguel Sanfeliu, autor del excelente libro de relatos Anónimos, ha publicado en su bitácora, Cierta distancia, una reseña sobre mi libro Conozco un atajo que te llevará al infierno.

viernes, 13 de noviembre de 2009

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuentos completos - John McGahern

En el blog "La tormenta en un vaso" se publica hoy la opinión que me han merecido los cuentos completos de John McGahern, uno de los más gratos descubrimientos que he disfrutado últimamente.

martes, 10 de noviembre de 2009

Banda sonora (II)

...

Hoy he preferido no asistir a clase. Me apetecía más callejear un rato. He estado dando tumbos por ahí sin ninguna intención concreta y me ha gustado no tener nada que hacer mientras dejaba pasar el tiempo. Pero al final no me ha quedado más remedio que volver a casa.
He entrado evitando cruzarme con alguien y me he encerrado en mi habitación. Me he acostado sin apartar la colcha que cubre la cama, con las manos detrás de mi cabeza y los pies cruzados. Y aquí estoy, mirando el techo.
Oigo ruidos en la habitación de al lado. CLIC. El interruptor de la luz. Alguien abre un cajón y enseguida lo cierra. Después estornuda con timidez, como si hubiera intentado reprimirse. Pongo a funcionar el walkman con una cinta de David Bowie para ver si así consigo dejar mi mente en blanco. A "Five years" sigue "Soul Love", y a ésta "Moonage daydream" y “Starman”. Pero no sirve de nada. El viejo ha conseguido ponerme furioso. Me quito los auriculares. Me doy la vuelta y me acuesto sobre el costado derecho de mi cuerpo, de cara a la pared. No puedo dejar de pensar. Pienso en esto y en aquello, cosas mías.

...
(De “Conozco un atajo que te llevará al infierno”, página 52)

lunes, 2 de noviembre de 2009

Conozco un atajo que te llevará al infierno en EL OJO CRÍTICO

El pasado viernes, 30 de octubre, el escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel, autor de los libros de relatos "88 Mill Lane" (editorial Alhulia, 2005) y "De mecánica y alquimia" (editorial Salto de página, 2009), en el taller de relato que dirige para el programa EL OJO CRÍTICO (RNE 1), comentó brevemente y recomendó la lectura de mi "Conozco un atajo que te llevará al infierno".
El corte se puede escuchar a partir del minuto 38:30 del programa.



martes, 20 de octubre de 2009

Banda sonora



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—Quédatelo —repite.
Es el "London Calling" de The Clash. Mi hermano lo tiene en gran estima. Uno de sus mejores discos. Sí. ¿Y me lo regala?... Es un tipo listo, Alberto. Ha advertido que no estoy nada conforme con su marcha y piensa que de esta forma consigue compensarla.
—Ya volveré a comprármelo.
Sí, una postura de lo más inteligente. Hacerse el desprendido, quitarle valor a sus pertenencias, golpearme suavemente el hombro con el puño cerrado, despeinarme con los dedos...
No sé si le admiro o le envidio, aunque muchas veces esos dos sentimientos son el mismo. Con sólo veintitrés años el Ministerio de Cultura le acaba de conceder una beca para que escriba un libro. Presentó un proyecto, las veinte primeras páginas de su novela, no sé qué más y toma, al bolsillo dos millones del ala. Así de fácil. Ha tenido una suerte de tres pares de cojones.
Cierra ruidosamente la cremallera del macuto y frunciendo el ceño lo levanta por el asa para sopesarlo. Luego lo deja caer a los pies de la litera. Una bola de pelusa grande como un puño se desliza bajo la cama. Se agacha y da unas cuantas palmadas en los costados, BAM, BAM, BAM, como si estuviera ablandando una almohada de plumas.
En algún piso de arriba alguien arrastra un mueble y luego da un portazo. Me concentro un poco y consigo escuchar una radio lejana, aunque no me es posible distinguir la música que está emitiendo. Dejo el "London Calling" sobre el colchón superior de la litera, al lado de un libro de física. Mañana tengo un examen final con el profesor Almela, el hueso más duro del instituto. Debería estar estudiando.
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(De "Conozco un atajo que te llevará al infierno", páginas 28 y 29)

domingo, 18 de octubre de 2009

sábado, 17 de octubre de 2009

Entrevista en El síndrome Chéjov

El escritor Miguel Ángel Muñoz (autor de los libros de relatos El síndrome Chéjov y Quédate donde estás) ha publicado una entrevista que pasa a formar parte de la más que interesante serie que puede leerse en su blog.

(Transcribo a continuación la entrevista, dado que
Miguel Ángel Muñoz ha decidido cerrar su bitácora y por lo tanto no resulta posible enlazar con el contenido de la misma)
1. Tu libro está organizado como la novela de una vida en forma de cuentos. La vida de Andrés Tangen, y, a través de él, de las personas que lo rodean. Hay una especie de mensaje oculto en la estructura del libro: no nos confundamos, las novelas pueden hilar epopeyas cotidianas y vitales, pero también el cuento. Y no hay tantas diferencias entre ambos géneros.

La estructura del libro la tuve clara desde el primer momento. Verdaderamente me encuentro cómodo en este formato y para narrar la vida de Andrés Tangen me propuse alternar relatos cortos, de entre 2 ó 3 páginas, con otros de hasta 12 ó 14. El orden de los relatos —que tantos quebraderos de cabeza producen a muchos cuentistas— me vino dado. Tenía una historia y mi propósito era fragmentarla, romperla, que cada cuento tuviera peso y significado por sí mismo, desgajado del resto, pero que la perspectiva del conjunto añadiera una magnitud definitiva, que la rematara. Me gustaría que los lectores apreciaran un sentido nuevo cuando lleguen al final del libro, un significado que antes le hubiera pasado desapercibido, porque creo que hay elementos, sobre todo en lo que se refiere a la personalidad del protagonista, que adquieren su dimensión exacta al llegar al último relato.

Por otra parte, respecto a la diferencia entre géneros literarios, yo sí estoy convencido de que las hay —muchas y a mucha honra—, pero eso no prestigia a unos en detrimento de otros. Cada creador elige sus propios mecanismos para alcanzar lo que persigue, o bien los mecanismos eligen a cada creador. No soy partidario de conflictos entre novela y cuento. Ese es un debate que no me interesa, aunque sí me resulta llamativo que a un cuentista se le pregunte continuamente para cuándo una novela, y a un novelista no se le pregunte jamás para cuándo un libro de cuentos.

2. El gran logro de tu libro me parece la modulación elegante del lenguaje con el que se van contando las distintas fases de la vida de Andrés Tangen: cuando se abarca la crueldad de la niñez, la mirada es cruda -"Verdugos"-; para la rebeldía y el descubrimiento sexual de la adolescencia, el lenguaje es más perturbador y extrañado -"¿Cómo va a ser lo mismo?"-; para la melancolía final de la madurez, el lenguaje se va haciendo melancólico.

Sí, el tono era primordial para acotar las diferentes etapas y definir la evolución del personaje principal. Opté por una mirada cruda para la niñez, tal y como tú indicas, porque es el tiempo más sincero y espontáneo. Si en ocasiones la infancia se sitúa más cercana a la crueldad que a la inocencia, es precisamente porque se trata de una edad instintiva, carente de prejuicios. La personalidad de un niño bascula ente extremos, sin ninguna obligación social que le obligue a disimular sus sentimientos. La adolescencia es perturbadora porque en esa etapa se concreta nuestra personalidad, es en ese periodo cuando uno empieza a apuntar las señales de aquello en lo que acabará convirtiéndose, cuando lo que uno será empieza a insinuarse. Y la melancolía de los últimos relatos que comentas, Miguel Ángel, he de admitir que no había reparado en ella, pero si existe será causada por la decepción y la inseguridad que provoca en un adulto la duda permanente de no haber llegado a ninguna parte, o haber llegado a un lugar equivocado.

3. El primer relato del libro, "Verdugos", da indicios claros de qué libro nos ofreces. Es un relato violento y cruel narrado con una voz desapasionada y distante -pero siempre "comprometida", que no "entrometida", en la historia contada-.

“Verdugos” es un cuento rápido, de un solo párrafo, que tuve que rescribir hasta el agotamiento porque a sabiendas de que abriría el libro, el muy borde tendía a desobedecerme y adoptar por su cuenta matices excesivamente salvajes que lo situaban fuera del conjunto. Es curioso que la voz no te resulte “entrometida”, ya que me vi forzado a participar en exceso hasta conseguir la imparcialidad y el desapego que consideraba necesarios para que el relato funcionara. Quería imprimirle un ritmo vertiginoso, que el lector quedará sin resuello durante las primeras páginas. Lejos de mi intención estaba moralizar con esta historia. Consideraba ese extremo trascendental. Me negaba a observar al grupo de niños con los ojos de un adulto adoctrinador; los niños debían comportarse con total libertad, sin sospechar que los estaba atrapando para convertirlos en personajes de un cuento.

4. Los tres primeros relatos son en tercera persona y hay un narrador que a veces interviene –ese casi entrometido al que me refería antes- y que da ciertas opiniones, que al principio pueden sonar extemporáneas hasta que entendemos que dan el tono "coral" que el libro busca. Pero también hay relatos en primera persona, en presente, con un tono colectivo. Desde una vocación realista. Háblanos de cómo entiendes la voz narrativa.

En efecto, hay varios relatos —creo que en el que más se evidencia es “Perlas amarillas”— en los que el narrador se convierte en un infiltrado y pasa a ser un personaje más de la trama. Eso me permite acercar al lector, arrastrarlo a mi lado y cuchichearle unas cuantas frases como si se tratara de algo que nos afecta íntimamente a ambos, y luego volverlo a desplazar para que continúe leyendo. En definitiva la voz narrativa no es más que la distancia que el autor establece entre sus personajes y los lectores. Yo me propuse utilizar las tres personas verbales del singular con la finalidad de alterar la unidad de la historia, de otro modo, de haber optado por narrarla desde un único punto de vista, por ejemplo en primera persona, corría el riesgo de situarla demasiado próxima a una novela. Y me gusta pensar que esa alternancia irregular servirá para desconcertar al lector, provocarlo y evitar que se acomode y se olvide que tiene entre manos un libro de cuentos.

5. ¿Puedes hablarnos de tus autores preferidos de relato corto, y cuáles han influido más en el origen y formación de tu obra?

Es evidente que me pierden los cuentistas norteamericanos, ellos han conseguido llamar a las cosas por su nombre, hablar de la cotidianidad sin que resulte estridente ni aburrido, y lo que para mi es más importante evitando el costumbrismo. Los nombres de los autores que prefiero, más que una lista, conforman una sucesión. La lectura de uno me lleva al siguiente. O.Henry, Hawtorne, Sherwood Anderson, Hemingway, Salinger, Cheever, Alice Munro, Annie Proulx, Carver, Tobias Wolff, Richard Bausch, Richard Ford, Tohm Jones... vale, vale, voy a parar. Pero cuando pienso en el origen, en mi primera necesidad de sentarme a escribir un relato, no puedo esquivar la deuda con el Hemingway cuentista y con un libro que estructuralmente considero en la cima: “Winesburg, Ohio”, de Sherwood Anderson.

6. Escoge uno de tus relatos preferidos, por el motivo que sea, de cualquiera de tus libros: analízalo, cuéntanos cómo lo creaste, cuánto te llevó, háblanos de él cuanto quieras.

Intentaré hablar del relato titulado “Papá, no corras”, no tanto por ser mi preferido —tiendo a considerar por igual a todos mis retoños— como por ser la primera historia que quedó cerrada entre las 18 que componen el volumen. Mientras los demás cuentos existían como mero apunte ésta ya estaba escrita y finalizada, y creo que es a su alrededor que se distribuye el resto. El relato quiere hablar del abatimiento, de la fragilidad de nuestras convicciones, la debilidad de cada decisión que adoptamos y el escaso control que ejercemos sobre nuestra existencia. Surgió a raíz de una anécdota laboral. Por cuestiones de trabajo tuve contacto con una mujer que me sacaba 20 años de edad, una mujer que perfectamente podría haber sido mi madre. Se presentó en las oficinas del juzgado en el que por aquel entonces me encontraba destinado para recoger la orden de libertad de su marido. Cuando se fue con el mandamiento judicial en su poder camino del centro penitenciario, empecé a preguntarme qué podría llevar a un hombre normal y corriente a quebrantar la ley, qué pensaría una mujer normal y corriente mientras espera a su marido normal y corriente a las puertas de la prisión, qué pensaría ese hombre, qué pensarían sus hijos, cómo podrían todos ellos afrontar los días a partir de ese momento. La vida continúa y sin embargo debe ser muy difícil seguir viviendo cuando algo así sucede. El relato trata de aportar respuestas a todas esas cuestiones.

7. Tu gran pasión es la literatura norteamericana, y entre ellas están tus cuentistas preferidos. Hay algo que has tomado muy bien de esa tradición: el vínculo espacial. Alhofra, un imaginario pueblo valenciano, también presente en tu primer libro, El tacto de un billete falso, funciona como ese perfecto marco geográfico y, tal y como entiende la tradición americana, también moral.

No sólo en la literatura norteamericana existe la tradición de mitificar ciertos lugares. Está Yoknapatawpha pero también está Macondo, y aquí en España está Región, Celama, Medana… Alhofra era el espacio de mi libro “El tacto de un billete falso”, es el espacio de éste, y seguramente lo será del siguiente. Es un trabajo hecho, tengo el callejero, conozco a la gente, los veo todos los días, vivo allí con ellos… Me apetecía reconocer el escenario sobre el que iban a evolucionar mis personajes y para ello debía dotarlo tanto geográfica como espiritual e intelectualmente. Si sé donde están, sé lo que les rodea, sé lo que tienen al alcance de la mano, lo que observan por la ventana de sus casas, lo que escuchan a través de las medianeras, puedo controlarlos, me resultan creíbles. Y siempre he pensado que mientras yo me crea las historias que escribo el lector acabara por creérselas. Ahí opino que es cuando interviene la simpatía médica, como esos casos en que dos gemelos son capaces de compartir sentimientos aún estando a kilómetros de distancia.

8. Hagamos un pequeño viaje literatura-cine. Al leer tu libro y observar su estructura: diversos episodios en la vida de un personaje y personajes variados que entran y salen de los relatos, desaparecen y reaparecen tres cuentos más tarde, recordaba una tradición norteamericana que, curiosamente, ha dado sus mejores frutos en el cine. Tu libro le encantará a aquel que haya disfrutado películas como Vidas cruzadas, Happiness, Magnolia, Crash o Nueve vidas.

Hay unos cuantos lectores que ya me han advertido de cierta agilidad cinematográfica que recorre el libro. Reconozco que ese elemento se me ha colado de forma inconsciente, aunque no me desagrada que así sea. Seguro que además de las influencias literarias que no voy a negar, he recibido influencias musicales y cinematográficas, tanto de las películas que tú apuntas como las primeras de Quentin Tarantino o las de González Iñárritu. Tampoco quería limitar el protagonismo a un único personaje. Un secundario en un relato puede convertirse en protagonista del siguiente. Así es la vida, cada cual protagoniza su propia historia.

9. Ese personaje que evoluciona y aprende y se desilusiona y se enamora y fracasa en el matrimonio y se une con gente poco recomendable, esa ronda interminable que al final es la vida, permite jugar con distintos tonos narrativos. Siguiendo con las alusiones cinematográficas, hay varios relatos en los que juegas con el tono del cine negro. Digo cine porque es un clima no de novela negra, sino un humus de penumbra y violencia, de rencor y amenaza que a la vez está contado con visos muy cotidianos. Un clima, más que un género. El ejemplo más claro es el cuento que da título al libro, narrado además en segunda persona.

Ese tono oscuro y amenazante al que aludes —me quedo con la amenaza antes que con la violencia; la violencia posee un componente demasiado explícito— fue elegido a conciencia, pero no pensando en la tradición del género negro, sino intentando aproximar los cuentos a los dominios del realismo. En alguna ocasión escuché que a un escritor de prestigio le bastaba una rubia, un coche veloz y un revolver en la guantera para escribir una novela. Por el contrario yo no creo que mucha gente cumpla esos tres requisitos, al menos yo no los conozco, no me rodeo de personas así. Fui muy escrupuloso y lo pensé mucho antes de decidirme a introducir el relato “Conozco un atajo que te llevará al infierno” en el libro. No quería que rechinara con respecto al conjunto, quería que estuviera justificado, que el lector lo encontrara en el momento justo para que no provocara ningún sentimiento de rechazo. La segunda persona fue un reto que me impuse, una decisión adoptada a priori. Resultó curioso hablarle al personaje desde el punto de vista de alguien que cree saberlo todo sobre él. Acabe convirtiéndome en la voz de su conciencia.

10. Destacaría la gran atención que tus cuentos muestran al detalle revelador. De nuevo una gran virtud de la narrativa norteamericana -y que sus escritores y guionistas han mostrado siempre tan bien-. Esos detalles dichos sin importancia pero que al lector le permiten entender lo que está pasando por la mente de los personajes sin decirlo. Pondré un ejemplo. En el cuento "Antes de los 30" una pareja retoza en la cama. Contado desde el punto de vista de Andrés, el protagonista, vemos cómo Ata, la chica, lo acosa. Quiere tener un hijo, algo con lo que Andrés no está de acuerdo, y le provoca para hacer el amor. Hay una lucha en el campo de batalla del colchón en el que Andrés termina por mostrar su distanciamiento. Ata se da por vencida y sus deseos se aplacan. Cuando Ata sale del baño, en mitad del ritual de seducción, sale "envuelta con una toalla, con el cabello húmedo y dispuesta a seguir en sus trece". Pero cuando Andrés hace que se dé por vencida, "deja caer la toalla al suelo, se pone unas bragas limpias y la parte superior de mi pijama". Me parece un ejemplo de la sutileza del detalle a la que me refería. No hace falta que expliques lo que ha ocurrido para que lo entendamos.

Estoy convencido que es a través de esos detalles sin importancia y los gestos mínimos como se define la atmósfera y se dibujan los personajes en la literatura que prefiero. Los norteamericanos son maestros en ese terreno. Se han preocupado menos de psicoanalizar a sus personajes que de describir cómo sostienen un vaso de agua, y sin embargo han conseguido transmitir a los lectores mucha más información acerca de esos personajes por la forma en que coge el vaso. A mi entender eso reduce al mínimo la distancia entre la historia y el lector, ayuda a intimar, a identificarse con lo que está leyendo, y esa es una de las finalidades que persigo.

11. Los diálogos y muchas descripciones son muy coloquiales. ¿Cómo has trabajado ese coloquialismo para que no rebajara demasiado el tono general de los cuentos?

Permíteme enlazar con la respuesta anterior. Decía que una de mis aspiraciones es que el lector se reconozca en mis personajes, que se sienta cómodo formando parte de la ficción, que se olvide de que está leyendo. Los diálogos y descripciones deben ser coloquiales en la medida justa. Sé que un personaje literario no debe utilizar las expresiones corrientes con que habla una persona real. No se puede escribir como si se trascribiera una grabación telefónica, he leído unas cuantas y resultan ridículas, acabas por llevarte una idea escasa o deformada de los interlocutores porque careces de la esencia que aporta profundidad a la historia. Me fié de mi instinto como lector a la hora de encontrar el equilibrio preciso entre el coloquialismo que estaba empeñado en transmitir y la reflexión que a cualquier obra literaria se le exige. Una vez tuve montado el libro me dediqué a trabajarlo desde una perspectiva integral; el tono global de la historia me iba solicitando la introducción de elementos más o menos sustanciosos según necesitara inquietar más o menos la atención del lector, con la finalidad de que éste reconociera como propios los sentimientos que no muy a menudo nos atrevemos a formular en voz alta.

12. Destácanos algunos libros de relatos de este comienzo de milenio que te parezcan sobresalientes.

Ya he comentado anteriormente que siento inclinación por “Winesburg, Ohio”. A éste añadiría los cuentos de Hemingway que muy acertadamente ha rescatado la editorial Lumen, y los relatos de Cheever. Con esos tres libros, agua y pan, podría cumplir condena. Y puede que incluso sin pan.

13. Este es tu segundo libro de relatos. Ambos están publicados en editoriales minoritarias. ¿Cuál ha sido tu experiencia a la hora de intentar ser publicado?

¿Puedo gritar?…
¿Se ha oído?...
¿Puedo volver a gritar?...
No me consuela en absoluto leer o escuchar que a este escritor o aquel de más allá lo rechazaron tropecientas mil veces antes de ver publicado su libro, siempre tengo la sensación de que están hablando de mí. Aunque sé que esa circunstancia es independiente del resultado obtenido por el escritor e intento que no me desanime. Es lo que hay. Lo acepto.

14. Háblanos de algún relato que en un momento de tu vida te perturbara o impresionara por algún motivo especial, con el que vivieras una de esas epifanías que tanto nos gustan a los escritores.

Hubo un tiempo en que releía con bastante frecuencia “El fin de algo”, de Hemingway. Para mí es una muestra impecable de la mentada teoría del “iceberg” en apenas seis páginas. El primer párrafo describe con trazos veloces y exactos el declive de una población que antaño creció gracias al impulso de un aserradero. Tres o cuatro frases para que el lector comprenda lo importante que fue la industria maderera para el desarrollo del pueblo y lo importante que fue la desaparición de esas instalaciones para empobrecerlo. De repente la historia da un salto de diez años y Hemingway la quiebra para llevarnos hacia una dirección distinta a la que el lector intuía; aparecen dos personajes, Nick y Marjorie, la historia se focaliza en ellos, en la conversación que ambos mantienen y que se extiende las cinco páginas siguientes. El autor nos introduce con suma agilidad en una situación de hastío. El aburrimiento lo colma todo, incluso el ritmo de la narración. El lector se contagia de esa cadencia poco más o menos exasperante. No ocurre nada. Parece que no ocurra nada, únicamente un cuento sin altibajos ha finalizado. El mundo que bullía alrededor del aserradero ha finalizado. La historia de amor entre Nick y Marjorie también ha finalizado. La atmósfera resulta muy flemática y al mismo tiempo absorbente. Cómo me gustaría acercarme una milésima a esa maestría con que Hemingway consigue estremecerme. Me pone los pelos de punta. El diálogo entre los dos personajes da a entender que algo ha pasado con anterioridad, que no es la primera vez que conversan sobre ese algo. El lector lo intuye, adivina lo que el autor calla, aquello que justifica lo que acabamos de leer, aquello que es precisamente gracias a lo que el relato existe. Una maravilla.

15. He dejado para el final un comentario sobre algo de lo que los escritores no suelen querer hablar. Tengo la sensación de que este libro es muy personal y que toca tu propia experiencia personal. Habla mucho de ti, no sé hasta qué punto, pero ese tono reivindicativo de Andrés, a veces demasiado duro, sobre todo en los últimos relatos, deja entrever un mensaje secreto cuyo contenido has preferido dejar oculto -lo que por otro lado le da gran parte del encanto elusivo del libro-.

Hasta qué punto habla de mí lo incluiremos en el capítulo “secretos del cocinero”. No voy a negar que el libro rebosa ingredientes personales —creo que en el fondo todo escritor los utiliza—, pero no por eso configuran obligatoriamente una autobiografía. Con sinceridad, no me reconozco en Andrés Tangen, y eso que mi primera intención fue la de alumbrar un alter ego, pero no. A medida que iba definiendo su personalidad notaba cómo se distanciaba más y más de la mía. Para el escritor hay algo muy importante que no lo es tanto para el lector: diferenciar veracidad y credibilidad. La literatura debe ser creíble siempre, y al contrario, veraz puede dejar de serlo en cualquier momento. El escritor deberá disimular sus verdades con verosimilitud, ese es su trabajo. En mi relato “11 de julio de 2004” hablo de Marc, un recién nacido ingresado en la unidad de intensivos de un hospital. Mi segundo hijo nació el 11 de julio de 2004, se llama Marc y estuvo 20 días en la U.C.I. Con esos datos se puede deducir que es un relato autobiográfico. Sin embargo mi hija también estuvo en la U.C.I. cuando nació en enero de 1999, cinco años antes, y puedo asegurar que en ese relato recojo sentimientos que anidaban en mi interior desde entonces, esperando esa segunda experiencia para ser recogidos por escrito.

16. Y para acabar, ¿puedes indicarnos algún escritor actual (de novela o relatos, español o extranjero) que a tu juicio esté infravalorado y otro que, también a tu libre juicio, esté sobrevalorado?

Haré patria y como escritor infravalorado nombraré a uno de la tierra. Siempre me he declarado “Calcediano”. Considero que Gonzalo Calcedo es una pieza irreemplazable en la narrativa actual, y lamento que no se reconozca lo suficiente todo lo que ha hecho por el cuento español, tan al rebufo siempre de la tradición hispanoamericana.

¿Escritor sobrevalorado?: no acabo de encontrarle la gracia a Haruki Murakami, pero esto también lo he comentado con algún que otro escritor amigo y me dicen que es cuestión de seguir leyéndolo. Estoy en ello.

lunes, 5 de octubre de 2009

lunes, 7 de septiembre de 2009

Coldplay - The Sunday Drivers

Como no sólo de libros y cine vive el hombre, el viernes pasado me trasladé a Barcelona para presenciar la actuación de “Coldplay”. Chris Martin y compañía se esforzaron por cumplir con las más de 63.000 personas que alfombraban el estadio olímpico de Barcelona, sin embargo los numerosos fallos en el sonido no permitieron redondear un concierto que la banda grabó con el propósito de publicar un DVD. Al público se le veía entregado, lo coreaba todo, pero muchos de los asistentes no pudieron dejar de mostrar su enfado a base de silbidos y gritos de “no se oye” en algunos momentos de la actuación. Pero seamos benévolos: la cara de Chris Martin durante el primer tema cuando su voz se perdió en la nada era un poema, o sea, que no se le puede presumir ninguna mala intención. Fue una pena. Quizás a la próxima.
Me llevé una formidable sorpresa cuando a eso de las siete de la tarde se desplegó al fondo del escenario una pancarta en la que podía leerse “The Sunday Drivers”. Sin esperarlo pude de paso escuchar el directo de la banda toledana, una de las que más me han hecho disfrutar en los últimos tiempos.

Y como colofón a un atractivo fin de semana, volví a callejear por Barcelona, una ciudad en la que tuve mi morada durante los años 1996, 1997 y parte de 1998, y que sigue cautivándome desde entonces. ¡Qué recuerdos, madre mía, qué recuerdos!


lunes, 31 de agosto de 2009

Anticristo - Lars Von Trier


Puedo asegurar que me dispuse a ver la última creación de Lars Von Trier libre de prejuicios. Era consciente de que la enorme cantidad de referencias sobre la película a que cualquiera tiene acceso podía contaminar mis impresiones. No hice caso, pues, a los que la tachan de pornografía ni a los que la califican como cine gore y tampoco a los que la definen como disparate o como genialidad. Estaba convencido de que si el director danés echaba mano de imágenes explícitamente sexuales o violentas o sangrientas, estarían más que justificadas. Su interesante filmografía anterior era aval suficiente para atraerme con ésta. Ingenuo de mí, estaba equivocado. Opino que como película sin más pretensión que la de narrar una historia Anticristo es un trabajo fallido. El discurso con que el autor pretende transmitir la información es excesivamente sencillo, y si bien esa sencillez, en obras anteriores como Dogville —donde de una forma certera se muestra una sociedad casi endogámica que se ve amenazada por la aparición de una forastera, y el estoicismo se presenta como uno de los puntos de llegada hacia el que tiende el individuo— constituía una virtud, ahora supone un trayecto hacia el sinsentido, hacia la nada. El argumento resulta deslavazado, los diálogos flojos y artificiales, los actores nada creíbles, la hueca personalidad de los personajes no se adivina por la acción dramática necesaria para que el espectador acceda a su mundo interior, sino simplemente por lo que dicen sin que el público sepa a quien se dirigen, si al compañero de reparto, a la cámara, al vacío... como si se nos estuviera facilitando una información de forma desganada y mecánica. En ningún momento de la película he sentido la mínima necesidad de desentrañar el conflicto planteado. He estado los tres o cuatro días siguientes a verla intentando reflexionar sobre ella como una obra de arte, esforzándome para encontrar el propósito de Lars Von Trier, para entender su lenguaje. También había leído que se trata de una película a la que hay que darle tiempo, dejar que toda esa efervescencia levantada en un primer momento se aquiete. Ni así. A través de la información que un autor facilita el arte debe conectar con el individuo, ya sea conscientemente, al distinguirse una relación lógica y natural de la obra con las experiencias del espectador, ya sea subconscientemente, a través de nuestras sensaciones más primitivas relacionadas con los recuerdos o sensaciones que ni siquiera nos atrevemos a reconocer. Sin embargo el director de Anticristo no consigue contagiar la tristeza de sus personajes, ni transmitir su dolor, ni mucho menos que nos solidaricemos con su desesperanza. Pienso en la amputación de ombligo o en el acto de canibalismo que se nos ofrece en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, la muerte de dos niñas por atropello en 21 gramos o el asesinato de un niño en Funny games; todas ellas escenas cargadas de brutalidad pero tan exquisitamente contextualizadas que el espectador las asimila y las sufre junto con los personajes de las películas citadas. No ocurre así con las escenas que la crítica ha venido a resaltar aquí como “cumbre”, ya que en Anticristo éstas parecen introducidas con calzador y llevan no tanto ni siquiera a la repulsión como a la indiferencia. Eso es lo que creo, indiferencia, como el resto de las imágenes que en esta desafortunada ocasión ha creado el director de Anticine, ay, perdón, Anticristo.

viernes, 28 de agosto de 2009

Wyoming - Annie Proulx

En una entrada anterior ya me declaraba adicto a la obra de Annie Proulx y enumeraba las dos colecciones de relatos, Bad dirt: Wyoming stories 2 (2004) y Fine just the way it is: Wyoming stories 3 (2008), que la autora había publicado desde que en España se tradujera En terreno vedado: historias de Wyoming, suspirando por que algún editor se decidiera a seguir traduciendo sus libros al castellano. Pues bien, celebro que la editorial Lumen anuncie para el próximo uno de octubre la salida al mercado español de un volumen de cuentos titulado Wyoming, en el que según parece se han reunido todas las historias que Annie Proulx ha ambientado en dicho territorio. Buena noticia para los aficionados a la buena narrativa breve y para los aficionadas a la buena narrativa sin más. Lo espero con ganas.

viernes, 21 de agosto de 2009

¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura independiente?

La semana de la Edición y la Literatura Independiente (SELÍN) se celebrará en la localidad de Blanca (Región de Murcia) entre los días 28 de septiembre y 4 de octubre de 2009, según me informa Alfonso García-Villalba, coorganizador de la misma.

Los objetivos principales de dicho encuentro son los siguientes:

Crear un foro de encuentro y debate donde la edición y la literatura independientes encuentren el protagonismo necesario para dar a conocer su labor en la industria del libro mediante actividades informativas y divulgativas que pongan en valor su oferta e iniciativas.

La participación activa de la sociedad en las diferentes actividades programadas en la SELIN, de forma que se propicie una cultura popular y democrática en la que sea posible el debate, la lectura y la interacción con el fin de potenciar la convivencia basada en la sociedad del conocimiento.

La promoción tanto de la literatura y la edición independientes como de la lectura entre los ciudadanos.

El impulso de la sociedad del conocimiento con la intención de crear un espacio donde la cultura genere riqueza en los ciudadanos.

La consolidación de Blanca como un referente nacional en el campo de la literatura y la edición independiente situando la localidad en primer plano como espacio de la difusión de la cultura y, en especial, del libro, y mostrar sus atractivos para promocionar el turismo.

Presentar, promover e intercambiar, ideas, iniciativas y proyectos entre los agentes del sector para fortalecer la edición independiente ante los desafíos del mercado y los avances tecnológicos

Presentación y promoción de nuevas propuestas editoriales, así como de nuevos escritores y obras originales o reeditadas con especial atención a los escritores de la Región de Murcia.

Entre las 21 editoriales independientes de toda España que han confirmado su asistencia, se encuentran Lengua de Trapo, Siruela, Maeva, Páginas de Espuma, Rey Lear, Menoscuarto, Ediciones del Viento, Tropo, Escalera, Salto de Página, Errata Naturae, Machado Editores, Candaya, Alpha Decay, 27 Letras, Artemisa, El Olivo Azul y Ya lo dijo Casimiro Parker, además de las editoriales de la Región de Murcia organizadas en el Gremio de Editores: Alfaqueque, Nausicaa, Gollarín, Tres Fronteras, CENDEAC, Ahora, Ediciones de Bibliofilia, Azarbe, Corbalán, Diego Marín Editor, Fajardo el Bravo, Editum, Natursport y Laborum.

Desde aquí les deseo lo mejor a los organizadores y participantes en dicho evento. Vaya por delante que considero necesarios encuentros de este tipo, ya que desde los grandes grupos de comunicación, que en definitiva son los que proporcionan escaparate a cualquier actividad, cultural o no, se presta escasa atención a editoriales, libros y escritores que por razones obvias permanecen en el extrarradio de la media docena de las editoriales punteras que existen en España.

Sin embargo, después de leer el breve dossier que se me ha remitido, en el que se describen las actividades organizadas, los contenidos, objetivos y entidades participantes, he recuperado unas cuestiones que me inspiran curiosidad desde hace algún tiempo: ¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura independiente? ¿de poca tirada por edición? ¿de una deficiente distribución? ¿de pocas ventas? ¿Qué significa independiente? Si independiente es no depender de otro ¿Anagrama es independiente? ¿y Tusquets? ¿y Planeta? Si un libro publicado por Anagrama vende 1.000 ejemplares ¿es independiente? Y si un libro publicado por Páginas de espuma o Candaya vende 50.000 ejemplares ¿es dependiente? ¿Dónde se encuentra la linde que separa unos de otros? La sensación que percibo a menudo es que cuando alguien se declara independiente se está alineando contra los que considera dependientes; pero ¿dependientes de qué, de quién? Me da la impresión de que el término independiente se viene utilizando en exceso como marchamo de calidad. Y una de las verdades pero de las buenas que existen en mi opinión es que la calidad de una obra sí es independiente del cauce que se utilice para darla a conocer. En fin, son cosas que se me ocurren, y sinceramente, me gustaría que estas preguntas encontraran respuesta en alguno de los debates o mesa redonda que se van a organizar en SELÍN; no estaría mal, no.

viernes, 24 de julio de 2009

Conozco un atajo que te llevará al infierno


La editorial malagueña e.d.a. en su colección de narrativa Los días terrestres, acaba de publicar mi segundo libro titulado "Conozco un atajo que te llevará al infierno", en el que se han recogido 18 relatos entre los que se cuentan Verdugos, Verdugos II, De donde es invierno, Como un hombre que sobrevuela el mar, Cómo va a ser lo mismo, (pincha sobre el título para leerlos a modo de adelanto).
Me dice el amigo Paco Torres, a cargo de la edición, que estará en las librerías a partir de septiembre.

viernes, 26 de junio de 2009

La maravillosa vida breve de Óscar Wao – Junot Díaz

Desde que hace años leí el estupendo volumen de relatos Los boys —publicado por la editorial Mondadori en 1996—, Junot Díaz se convirtió en uno de esos autores a los que me gusta seguir la pista, saber más de él como creador, leer todo lo que publica. Once años — ¡once, más de una década! — he tenido que esperar. Dice Junot Díaz que tener una idea es como tener un dibujo de una casa. Tú tienes el plano ahí, el resto lo tienes que construir. Algunos te lo pueden hacer de una sola vez, hay escritores que en seis meses escriben una novela. Pero para mí eso fue una casa muy, muy difícil, porque quería tener todas esas voces, quería tener la historia de Trujillo, quería tener esa mezcla de los idiomas, quería escribir una novela que cuando uno la empieza a leer crea que es un cuento de la masculinidad dominicana. De veras es una historia de las mujeres de esta familia. Quería hacer todas estas cosas que son muy complicadas, para mí fueron complicadas y que me interesaban. Por eso yo duré tantos años. Quería esa estructura que a mí me pareció interesante, pero también era una cosa medio complicada. Por eso necesitaba todos estos años. Once años —ya digo— he tenido que esperar para volver a leerle, bueno, en realidad alguno más porque lo he leído en la edición económica que ha sacado DEBOLSILLO, pero reconozco que ha valido la pena. Entre medias tengo entendido que el autor ha ido publicando algunos relatos en revistas norteamericanas, como los tres que Daniel Gascón ha traducido y la editorial Alfabia ha publicado dentro de su colección Cuadernos.

Al principio encontré en Óscar Wao algunos paralelismos con Ignatius J. Reilly, el gordo y fofo protagonista de La conjura de los necios, sin embargo así de primeras recuerdo que éste era más insolente y temerario mientras que aquel vive martirizado por su aspecto físico y su incapacidad para adaptarse al mundo en el que vive. Óscar Wao no era uno de esos dominicanos de quienes todo el mundo anda hablando, no era ningún jonronero ni fly bachatero, ni un playboy con un millón de conquistas. Óscar Wao es un perdedor. Óscar Wao quiere pero no puede, ha tirado la toalla. Es un gordo monstruoso y cohibido que únicamente encuentra refugio en la literatura de género —pretende convertirse en el Tolkien dominicano— en los comics —Watchmen, uno de sus tres libros favoritos— y en las fantasías que él mismo maquina cada vez que una mujer lo enamora. Tal y como se nos cuenta, su historia va y viene en el tiempo, remontándose incluso hasta la época de su abuelo materno, contemporáneo del dictador Trujillo, cuyas macabras atrocidades también salpican las páginas del libro. La mirada que Junot Díaz proyecta sobre el protagonista llega a resultar aséptica hasta un punto en que el lector encuentra al personaje un tanto repulsivo, aunque cuando el narrador aparece avanzada la historia como un personaje más, novio de la hermana de Óscar, el enfoque se invierte para favorecer una visión más tierna que nos obliga a compadecernos de él, a comprenderlo, a desear que su vida cambie para mejor. Opino que la falta de emoción advertida en un primer momento viene calculada al milímetro, ya que la considero necesaria para darle a esa parte inicial de la novela una atmósfera que contribuye a la credibilidad de la historia, de la misma forma que posteriormente el autor nos empuja para que acabemos tomándole cariño al personaje.

Llamativa también he encontrado la jerga utilizada por Junot Díaz. No sé si se encuadra dentro de lo denominado spanglish, pero el efecto conseguido es sorprendente, en absoluto la considero un lastre. Enfrentarse al original de esta novela para traducirla debe haber supuesto un trabajo imponderable. En una entrevista he leído que incluso el propio autor colaboró con Achy Obejas, responsable de la versión castellana. Ahí va una muestra:

¿qué bróder viejevo no ha intentado regenerarse con la alquimia de una chocha joven? Y si lo que ella le contaba a menudo a su hija era cierto, entonces Beli tenía una de las cucas más finas del mundo. Solo el istmo sexy de su cintura podía lanzar mil yolas al mar, y mientras los muchachos de clase alta podían tener sus quejas de ella, El Gángster era un hombre de mundo, había singao con más prietas de las que podía contar. A él no le importaba nada de esa vaina. Lo que quería era chupar los pechos enormes de Beli, metérselo en el toto hasta dejárselo como un pantano de jugo de mango…

A mí me ha gustado y mucho este libro escrito no para leerlo sino para bailarlo a ritmo de bachata o merengue o lo que sea que esas mulatas hermosas y redondas de piel lustrosa bailan en las playas del caribe cubiertas con bikinis de hilo dental. Un libro interesante y divertido que me reafirma en la necesidad de seguir leyendo todo lo que publique su autor, Junot —léase Yunó— Díaz.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Anónimos – Miguel Sanfeliu

Miguel Sanfeliu (Santa Cruz de Tenerife, 1962), es administrador de uno de los blogs más interesantes que frecuento, CIERTA DISTANCIA.
Anónimos ha sido publicado por la editorial Traspiés en su colección de libros ilustrados Vagamundos. Las ilustraciones incluidas en la presenta edición pertenecen al autor de los textos.

Tan pronto el lector se introduce en las páginas iniciales de Solo —el primero de los cuatro cuentos agrupados en este libro— se ve arrastrado por una fuerza centrípeta, forzado a seguir la trayectoria de una narración que avanza sobre un camino circular. A medida que iba leyendo el relato vislumbraba que en cualquier momento la historia iba a regresar al principio, pero no esperaba la sorpresa final que con tanto ingenio el autor lo liquida. Miguel Sanfeliu ha jugado a confundirnos. Presenta un personaje —dibujante de historietas— tan obsesivamente entregado a su trabajo que hasta él mismo pasa a formar parte de la ficción que maneja, aunque rápidamente nos surge la duda entre invención y realidad. Se nos presentan varios mundos paralelos, una historia que como muñecas rusas en su interior alberga una nueva historia, y ésta a su vez a otra. Y el lector se sumerge en todas ellas sin saber cual de todas prevalecerá. De idéntica manera crea el autor dos mundos en el último relato, Renacer, en el que se cuenta el conflicto de identidades surgido entre dos hermanos gemelos, por otra parte nada fuera de lo común si salvamos la fantasía de que uno de ellos jamás ha llegado a nacer.

El tono absorbente del primer cuento se prolonga hasta el siguiente, titulado como el conjunto, Anónimos, donde un periodista que está recibiendo mensajes en los que se le amenaza de muerte consigue sobreponerse a la angustia inicial y decide pasar al ataque, “pasar de víctima a verdugo”, y empieza a testimoniar en sus artículos la situación opresiva en que se encuentra inmerso, lo que conlleva, contrariamente al resultado esperado por el protagonista, un recrudecimiento de las amenazas y una situación final —que no voy a desvelar— que obliga a nuestro héroe a capitular, entregándose no a su propio destino, sino al destino que imponga el autor de las amenazas, a la fortuna que seguro acabará sonriendo a su enemigo en el momento de acertar con la bala que le dedique.

No puedo manifestar ninguna preferencia hacia alguno de estos cuatro cuentos porque los cuatro —incluso El campeón de Arequipa que en principio se presenta como el menos fantástico del volumen, pero rápidamente adquiere tintes épicos y por lo tanto, como toda hazaña heroica, también acaba adornado con trazas de idealismo— alcanzan cotas elevadas de calidad. Algunas de las muchas bondades del libro se corresponden con su atmósfera opresiva, casi angustiosa, diseñada hábilmente, y cuyos cimientos se encuentran tanto en los argumentos de las historias como en el ritmo vertiginoso que el autor imprime. Miguel Sanfeliu demuestra con este debut literario que es un escritor concienzudo y diestro. Sabe hacia dónde debe encaminarse, adónde quiere llegar. En el breve texto que abre el libro a modo de prólogo el autor afirma haber “encontrado en la literatura la vía de escape que necesitaba para huir de la realidad, para seguir adelante”. Sus relatos devienen —demostrado queda— en un excelente método para la evasión, las historias que nos cuenta lo consiguen; respecto a lo segundo, a lo de “seguir adelante”, que siga, que siga, aquí lo espero, a este lado de los libros, del lado de los lectores que no se conforman sólo con cuatro cuentos, del lado de los que se han quedado con la miel en los labios, con ganas de más, mucho más, esperando sus próximas historias.

martes, 12 de mayo de 2009

miércoles, 22 de abril de 2009

Quédate donde estás – Miguel Ángel Muñoz

Yo también quiero ser escritor, así, como lo oyen, escritor pero Miguel Ángel Muñoz. Ser escritor a tiempo completo, me refiero, porque no existe la posibilidad de serlo de otra manera, o se es a través de todos los poros de la piel o no se es, no valen las medias tintas, los a tiempo parcial ni los a ratos libres. Bukowski lo dejó dicho, creo que fue él: escribir no es cuestión de horas, no es cuestión de tiempo, es cuestión de escribir, sin más, de necesitar hacerlo, una forma de vida, lo demás no importa. Pues bien, si para ser escritor se me ha de incluir en el Proyecto octopus e implantarme seis brazos me los implanto, porque quiero ser escritor, ya digo, prefiero como el protagonista de “Ácaros” padecer una alergia de caballo que desprenderme de mis libros de Cheever, Chéjov y Carver. Antes la tortura de la disnea y los ojos legañosos. O sea, escritor pero Miguel Ángel Muñoz, decía, ser capaz de escribir relatos como “Quédate donde estás” —hermosa declaración de lealtad—, como “Vitruvio”, o como “El reino químico” —uno de mis preferidos—, pero sobre todo como “Vaivén” y “Hacer feliz a Franz”, esos dos homenajes exquisitos, precisos, entrañables, que el autor de esta colección de cuentos recientemente publicada por la editorial madrileña Páginas de espuma dedica a algunos de sus maestros, que también son los míos, vaya —Raymond Carver, Richard Ford, Franz Kafka—, esa celebración de la literatura, de la narrativa, sea larga o corta, qué importa, literatura, sin aditivos, no los necesita. El libro me ha dejado la impresión de que Miguel Ángel Muñoz ha trabajado con el propósito de sortear el laconismo que caracteriza a esos escritores con los que suele emparentársele. Si ha sido así opino que el autor almeriense ha acertado la trayectoria, ya que su escritura ha ganado en enjundia respecto a su anterior libro, “El síndrome Chéjov” (Páginas de espuma, 2006). Ahora se relame en el enunciado largo, el párrafo abundante, la escasez de diálogos, el juego de ir y venir en el tiempo en apenas tres frases. Alterna de forma hábilmente pautada momentos culminantes, rápidos y vertiginosos, con párrafos en los que la historia se remansa, para que respiremos, quiero pensar, para recuperar el resuello. Aprieta pero no ahoga, es benévolo, Miguel Ángel Muñoz. El libro parece diseñado para afrontar las empinadas cuestas narrativas con la energía que nos ha proporcionado el acentuado descenso que a cada una precede. Subir y bajar, subir y bajar, sin descanso. No da tregua, el autor, pero tampoco la queremos. Así, tan complicado es el placer que algunas veces, demasiadas, se consigue con mucho esfuerzo. Al igual que en “Quédate donde estás” —cuarto de los trece relatos y el que cede título al volumen— los médicos luchan en busca de la horrorosa fuente del mal que sufre Julia, la protagonista, y también lucha Cati, su madre, y su hermano Cristo, y lucha Julio que está dispuesto a inmolarse y dejar escapar su más ansiado sueño a cambio de un amor que ya ni siquiera es amor, “a su lado, besándola como un chamán que busca extraer el dolor”, imagino a Miguel Ángel Muñoz insistiendo cuento tras cuento para evitar que se cuele en sus historias la más mínima reminiscencia de las voces oídas, de las deudas literarias que él mismo reconoce y que de todas formas no pierde tiempo en ocultar. Una voz propia: ese es en definitiva uno de los atributos que cualquier escritor aspira conseguir; el giro estilístico, el detalle invisible que lo distinga, y hacía allí se dirige Miguel Ángel Muñoz, cuentista inteligente con un vasto bagaje literario, un criterio minucioso que administra en cada uno de sus relatos y del que se beneficiará todo aquel que se acerque a las historias que componen este muy recomendable “Quédate donde estás”. Por eso, decía al principio, yo también quiero ser escritor. Escritor pero Miguel Ángel Muñoz.

lunes, 6 de abril de 2009

Puente de los suspiros – Richard Russo

¡Ufff…! necesito parar, descansar un momento, sólo un momento, espera, necesito detenerme para recuperar el resuello… y yo creía que a mis 43 años ya era un hombre fiel a mis principios, de voluntad inalterable, incapaz de traicionar mis convicciones… yo, que en una historia contada en quince páginas suelo encontrar sensaciones sobre las que reflexionar las siguientes dos semanas, que considero la lectura de un buen relato como mínimo suficiente para satisfacer cualquiera de mis expectativas y como máximo algo deslumbrante, apoteósico, como un encuentro en la tercera fase, yo… claudico, lo reconozco, me rindo, cedo ante la deslealtad y admito que uno de los mejores libros que he leído últimamente es un novelón de casi 700 páginas.

A sus sesenta años y habiendo escrito un puñado de importantes novelas como Mohawk, Alto riesgo, Ni un pelo de tonto y Empire Falls —merecedora del premio Pulitzer en 2002—, y de un libro de relatos a tener muy en cuenta como La hija de la puta —publicado en España por emecé en 2004— parece incuestionable que Richard Russo es uno de los grandes escritores norteamericanos. En alguna parte he leído —y si no lo he hecho me gusta pensarlo— que forma una especie de triunvirato junto con los otros dos Richard’s, Ford y Bausch, con los que comparte generación —los tres han nacido entre 1944 y 1949— y atmósfera literaria. Personalmente no me gustaría tener que decantarme por ninguno de los tres. El mencionado La hija de la puta, Rock Springs y Alguien que me cuide, son libros de frecuente consulta para mí.

Al igual que su autor el protagonista de esta nueva novela, Puente de los suspiros, es un hombre de sesenta años; los tres protagonistas rondan esa misma edad, Louis Charles Lynch, Sarah Berg y Bobby Marconi, sesenta años: una edad a la que cualquiera puede sentir la tentación de hacer inventario. Louis se define a sí mismo como un hombre apegado a sus costumbres, sedentario, amante de su mujer, buen padre, con una vida sencilla y agradable en un pequeño pueblo del norte del estado de Nueva York. Él y su esposa, Sarah Berg, mujer sensata y con una visión más acertada de la realidad, deciden viajar a Venecia para visitar a Bobby, viejo amigo de la infancia a quien dejaron de frecuentar en el último curso del instituto y convertido actualmente en un pintor de éxito mundial. Louis considera el viaje proyectado una interrupción violenta de los ritmos establecidos en su vida adulta, y además no puede evitar el temor de que a Bobby, a quien no ha visto desde los 18 años, haya dejado de importarle. Su inclinación a visitar el pasado, a volver la vista atrás, le lleva a intentar escribir la historia del pueblo, Thomaston. La titulará “La historia más aburrida jamás contada”, pero el resultado no es ni por asomo lo que anuncia ese título. Los recuerdos que se nos narran podrían perfectamente formar parte del libro que está escribiendo el protagonista, y creo que se trata de una de las historias más ágiles y jugosas que pueden encontrarse en las librerías. Según avanzamos quedan evidentes los flojos sentimientos que cimentaban la amistad de Louis y Bobby. Nos enteramos de lo endeble y circunstancial que era ya en sus inicios el afecto que les unía. El primero era retraído y el segundo ya tenía cierto pasado como pandillero cuando se conocieron. Richard Russo vuelve a trabajar con personajes reales, ni mucho ni poco estridentes, creíbles, cercanos en la medida justa, y los trata con una ternura tan exquisita, con una bondad tan equilibrada, tan… admito que en las páginas 490 y 491 se humedecieron mis pupilas: qué miedo provoca la posibilidad de que la vida acabe resultando algo distinto a lo que deseábamos… pero es difícil entenderlo si no se han leído las 389 páginas que preceden. Así que ánimo.

Los conflictos planteados por Richard Russo en sus historias tienen mucho que ver con el antagonismo. Suele exponer dos mundos opuestos y perfectamente delimitados para hacerlos colisionar en un momento de la narración y así crear en el lector la necesidad de vincularse y escoger entre uno y otro. En Alto riesgo era la contienda generacional entre un padre y un hijo, en Empire Falls el contraste entre las clases sociales de una misma comunidad, y en Puente de los suspiros es el conflicto que surge entre una bondad cercana a la candidez, y una indiferencia que podría confundirse con la crueldad, entre personas que están convencidas que la gente es buena por naturaleza y personas que opinan que nadie posee garantías de que esa regla se cumpla y por lo tanto más vale permanecer con alguno de los sentidos alerta, entre los que prefieren quedarse para conservar sus posesiones y los que se arriesgan marchándose porque lo poco que consigan siempre será más de lo que dejaron atrás. Unos aspiran a la felicidad a través de la raigambre y los otros lo mismo pero a través del riesgo. Es la vida, en definitiva, es el mundo, somos nosotros, lo que buscamos, lo que acabamos encontrando. “En el transcurso de su vida un hombre oye por casualidad un buen número de opiniones sobre él y por ellas se entera del ancho abismo que hay entre su percepción pública y la imagen que espera proyectar”. Suscribo esta afirmación. No es la primera vez que la leo, no me ha dicho nada nuevo: lo que creemos ser y lo que parecemos — Louis Charles Lynch se considera un hombre inteligente, aunque lamenta no haber conseguido trasladar a los demás esa impresión—, no es nuevo pero me enamora esa forma de expresarlo. Richard Russo vuelve a hacer lo que ya había hecho anteriormente: hablarnos de un hombre, de su familia y sus amigos, de una calle, de un barrio, una comunidad — ¿Fue Josep Pla quien sostuvo que no era necesario salir de tu pueblo para ser cosmopolita? — La existencia de un sólo hombre no es más que una excusa para hablarnos de la vida con mayúsculas, del lugar que ocupamos respecto a quienes nos rodean. Qué miedo provoca —repito— la posibilidad de que la vida acabe resultando algo distinto a lo que deseábamos. Y al cabo así es, dicen que la vida es aquello que nos sucede mientras hacemos planes para otra cosa, y por lo tanto poco importa aquello en lo que hayamos ansiado convertirnos. “La gente no cambia”, afirma la madre de Louis. Uno puede engordar o adelgazar, crecer, perder el cabello, empezar a afeitarse, pero siempre seguirá siendo el mismo; los miedos, las frustraciones, las esperanzas, la capacidad de reacción, serán idénticas a los 6, a los 17 y a los 60 años. Cuánta verdad. Esa es una máxima que se repite en la novela como un mantra. También el profesor Berg, padre de la esposa de Louis, en una de sus clases proclama a sus alumnos que “a los 17 ó 18 años nuestro carácter y actitud están por lo general formados. Básicamente buscamos pruebas que apoyen conclusiones a las que ya hemos llegado con relación al mundo y nuestro lugar en él”. Los cambios que la gente experimenta a lo largo de su vida son una ilusión. “Lo que no entiendes es que un día tú serás esa mujer”, le dice a Sarah su madre, después de que ésta la dibuje “a primera hora de la mañana, antes de que estuviera despierta del todo. Estaba sentada en el rincón para el desayuno, en bata, con una taza de café humeante delante, y en la mano derecha sujetaba un cigarrillo, cuya larga ceniza estaba a punto de caer. Ése era el detalle del que había estado más orgullosa Sarah, porque sugería lo mucho que su madre llevaba sentada allí, mirando al vacío”. No es la primera vez que reflexiono sobre la certeza de que toda historia se repite, de que uno es como es por cómo fueron sus progenitores. Y ahí te van las virtudes y los defectos, ahí, en el mismo paquete, por suerte o por desgracia, te va todo.

En la contraportada de la edición publicada por Alfaguara puede leerse lo siguiente: “Richard Russo vuelve a demostrar su talento inigualable para narrar cómo viven, sienten y piensan personas ordinarias en situaciones extraordinarias”. Situaciones extraordinarias, dice. Creo que no. En eso se han equivocado, es mi opinión. Considero más acertado afirmar que Puente de los suspiros habla de personas ordinarias en situaciones ordinarias, y para mí ese es uno de los aciertos del libro, el mayor acierto; la normalidad de las vidas que se nos cuentan y la vastedad de la historia nos permite tropezar una y otra vez con personajes que hemos conocido y ambientes y escenarios en los que también nosotros hemos actuado. Situaciones ordinarias, ya lo creo que ordinarias, pero cómo nos las cuenta Richard Russo, de qué manera las cuenta para que haya leído las 687 páginas de tirón. Chapó.