viernes, 23 de enero de 2009

Rafael Guastavino, Holden Caulfield y otros

Un amigo me recomienda la exposición que en el centro cultural del Carmen de Valencia puede visitarse hasta el 15 de marzo próximo. Me dice que sorprende, y no poco, descubrir que a finales del siglo XIX (¡ojo! siglo XIX, allá por 1890) un tipo nacido en Valencia participara en modernizar arquitectónicamente varias ciudades norteamericanas.

Rafael Guastavino —más o menos es lo que leo— nace en 1842 en Valencia y estudia para Maestro de Obras y Arquitecto en Barcelona. Se traslada a América en 1881, donde espera encontrar un ambiente económico y social favorable para desarrollar hasta su perfección una técnica que permite construir bóvedas tabicadas con ladrillo visto (técnica que posiblemente vio desarrollar durante su infancia y adolescencia en Valencia). Participó en el diseño y elaboración de bóvedas en edificios de Boston, Washington D.C. Baltimore, Filadelfia y por supuesto Nueva York, donde dejó su huella en la estación Grand Central, en el Museo Americano de Historia Natural y muchos más, si no me equivoco alrededor de 360 obras. Pero es al llegar aquí, a estos dos edificios —la estación Grand Central y el Museo Americano de Historia Natural—, cuando se me ponen los pelos de punta. Inmediatamente recuerdo que es en Grand Central donde Holden Caulfield guarda su equipaje y charla con unas monjas y más tarde regresa para poder dormir sobre uno de los bancos que allí se encuentran, y que es al Museo de Historia Natural al que se refiere cuando dice: "Me encantaba ese maldito museo". No me atrevo a imaginar cuántos personajes de John Cheever se habrán movido bajo las bóvedas ejecutadas por el valenciano Guastavino, o cuántos de John Dos Passos, o de Truman Capote…

No entiendo de arquitectura, lo admito, es una disciplina que jamás se ha contado entre mis aficiones, sin embargo estoy convencido de que la apariencia de nuestras ciudades tiene mucho que ver a la hora de componer el carácter de los individuos que la habitan, por eso y porque Rafael Guastavino me ha traído a la cabeza a J.D. Salinger y a John Cheever y a tantos otros, he pensado que sería de lo más interesante poder calcular cuánto de valenciano poseen muchos de mis héroes literarios.