miércoles, 24 de marzo de 2010

Banda sonora (y XIX)



Yo le he dicho que de Auster conozco la trilogía y algún que otro libro. “Invención de la soledad”, “Leviatan”, y un ensayo sobre “Hambre” de Knut Hamsun.
—“El arte del hambre”
Pero esto ha sido mucho antes de que se me ocurra escribir sobre él, en el Backstage, un garito recién abierto no muy lejos de su casa, a unas cinco o seis manzanas. Es uno más entre tantos locales pretenciosos que aspiran a un ambiente personal con una decoración ridícula y un soul de ese que llaman elegante, del tipo Sade y otras mierdas parecidas.
—Esto es un quiero y no puedo —le he dicho a Gregorio, observando con desdén todo lo que nos rodea.
Según parece nos encontramos en mitad de lo que es un escenario. Al fondo hay un pequeño rincón que simula los camerinos, desde donde se accede a un retrete unisex. Puedes estar meando mientras una tía se empolva por la nariz frente al espejo y escucha tu chorro salpicando contra el fondo del inodoro. Lo más. En el techo, sobre la barra, destaca un varal desproporcionado del que penden cuatro focos apagados y cuelgan cuerdas mal tensadas a los pescantes que sobresalen de la pared. La iluminación es escasa. No podía ser de otra manera, para que todos los gatos sean pardos, ya puestos. La llama de una vela roja incrustada en una tulipa de cristal titila sobre cada una de las mesas. Eso es todo.

(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 175)